Le Corde Sensible. Magritte

Le Corde Sensible. Magritte
Le Corde Sensible. Magritte, 1960

jueves, 4 de junio de 2015

Carta de una viuda a su marido: "Cuando ocurre una tragedia, se presenta una elección. Puedes rendirte al vacío o puedes elegir una vida significativa"

"Creo que cuando ocurre una tragedia, se presenta una elección. Puedes rendirte al vacío, ese vacío que llena tu corazón, tus pulmones, restringe tu habilidad para pensar o incluso respirar. O puedes intentar encontrar significado. Estos últimos treinta días, he pasado la mayoría de mi tiempo perdida en ese vacío. Y sé que muchos momentos futuros se consumirán también en ese inmenso vacío.
Pero, cuando puedo, quiero elegir una vida significativa." (Sheryl Sandberg, 3/6/2015)


Esta carta me ha parecido inspiradora y llena de sabiduría. Por ello, he tratado de traducir algunos fragmentos para compartirlos. Mil disculpas si la traducción no es perfecta. (Mercedes Cavanillas)

Extracto de la CARTA DE SHERYL SANDBERG, Jefa de Operaciones de FACEBOOK, A SU MARIDO, RECIENTEMENTE FALLECIDO en accidente,  (tomado de este post de fecha 3/6/15)

Foto tomada del mismo post
Hoy es el final del sheloshim por mi amado esposo – los primeros treinta dias. El Judaismo propone un periodo de intenso duelo conocido como “shiva” que dura 7 dias a partir del entierro del ser querido. Después de shiva, se pueden retomar la mayoría de las actividades, pero es el final del sheloshim lo que marca la finalización del duelo religioso por un cónyuge.

Un amigo de la infancia, que ahora es un rabino, me dijo hace poco que la oración breve más poderosa que jamás ha leido es “No me dejes morir mientras aún estoy vivo”. Nunca hubiera entendido esa oración antes de perder a Dave. Ahora la entiendo.

Creo que cuando ocurre una tragedia, se presenta una elección. Puedes rendirte al vacío, ese vacío que llena tu corazón, tus pulmones, restringe tu habilidad para pensar o incluso respirar. O puedes intentar encontrar significado. Estos últimos treinta días, he pasado la mayoría de mi tiempo perdida en ese vacío. Y sé que muchos momentos futuros se consumirán también en ese inmenso vacío.

Pero, cuando puedo, quiero elegir una vida significativa.

Y es por eso por lo que estoy escribiendo; para marcar el final de shelosim y devolver un poco de lo que otros me han dado. Aunque la experiencia del duelo es profundamente personal, la valentía de aquellos que han compartido sus propias experiencias me ha ayudado a seguir adelante. Algunos de los que me abrieron su corazón eran mis mejores amigos. Otros eran totales desconocidos que han compartido sabiduría y consejo de forma pública. Así que comparto lo que he aprendido en la esperanza de que ayude a alguien más. En la esperanza de que puede haber algún significado en esta tragedia.

He vivido treinta años en estos treinta días. Estoy treinta años más triste. Siento que soy treinta años más sabia.

He ganado un entendimiento  más profundo de lo que es ser madre, tanto a través de la agonía que siento cuando mis hijos gritan y lloran como de la conexión que mi madre tiene con mi dolor. Ha tratado de llenar el espacio vacío en mi cama, abrazándome cada noche mientras lloraba hasta que me quedaba dormida. Ha luchado por contener sus propias lágrimas para hacer espacio para las mías. Me ha explicado que la angustia que estoy sintiendo es la mía y la de mis hijos, y comprendí que estaba en lo cierto al ver el dolor en sus ojos.

He aprendido que nunca supe realmente que decir a otros cuando  lo necesitaban. Creo que antes lo entendí todo mal; intentaba asegurarle a la gente que todo iría bien, pensando que la esperanza era lo más reconfortante que podía ofrecer. Un amigo mío con un cancer terminal me dijo que lo peor que la gente le podia decir era “Todo va a ir bien”. La voz en su cabeza gritaba “¿cómo sabes que va a ir bien? ¿es que no entiendes que podría morir?" En este ultimo mes he entendido lo que él intentaba enseñarme. La empatía real a veces significa no insistir en que todo irá bien, si no en reconocer que no. Cuando la gente me dice, “Tú y tus hijos volvereis a ser felices,”, mi corazón me dice, sí, lo creo, pero sé que nunca más sentiré alegría pura de nuevo. Los que han dicho “encontrarás una nueva normalidad, pero nunca será tan buena” me consuelan más porque saben y dicen la verdad. Incluso un simple “¿Cómo estás?” – casi siempre preguntado con la mejor intención – se reemplaza mejor con un “¿Cómo estás hoy?”. Cuando me preguntan “¿Cómo estás?”, me contengo para no gritar “mi marido murió hace un mes, ¿cómo crees que estoy?”. Cuando oigo “¿Cómo estás hoy?”, me doy cuenta de que la persona sabe que lo mejor que puedo hacer ahora es conseguir pasar cada día, día a día.


He aprendido algunas cosas prácticas que son importantes. Aunque ahora sabemos que Dave murió inmediatamente, yo no lo sabía en la ambulancia. El viaje al hospital fue insoportablemente lento. Aún odio a cada coche que no se apartó a un lado, a cada persona a quien le importó más llegar a su destino unos minutos antes que dejar espacio para que pasáramos. He notado esto conduciendo en muchos países y ciudades. Apartemonos del camino de la ambulancia. El padre, pareja o hijo de alguien puede depender de ello.

He aprendido cuán efímero puede parecer todo… y a lo mejor lo es. Que cualquier alfombra en la que estés puede ser retirada bajo tus pies sin ningún tipo de aviso. En los últimos treinta días, he oido sobre demasiadas mujeres que perdieron al cónyuge y luego se les retiraron múltiples alfombras. Algunas carecen de redes de apoyo y luchan solas mientras se enfrentan a la angustia emocional e inseguridad financiera. Me parece muy mal que abandonemos a esas mujeres y sus familias cuando más lo necesitan.

He aprendido a pedir ayuda – y he aprendido cuánta ayuda necesito. Hasta ahora, he sido la hermana mayor, la COO, la “hacedora” y la planificadora. No planifiqué esto, y cuando sucedió, no era capaz de hacer casi nada. Mis más allegados se hicieron cargo.  Planificaron. Arreglaron. Me dijeron dónde sentarme y me recordaron comer. Aún están haciendo muchísimo por apoyarme a mí y a mis hijos.

He aprendido que la resiliencia se puede aprender. Adam M. Grant me enseñó que hay tres cosas críticas en la resiliencia y que se puede trabajar en las tres. Personalización –darse cuenta de que no es mi culpa. Me dijo que eliminara las palabras “lo siento”. Decirme a mí misma una y otra vez, “esto no es culpa mía.”. Permanencia- recordar que no me sentiré así toda la vida. Esto mejorará. Capacidad de penetración-esto no tiene por qué afectar a todas las áreas de mi vida; la capacidad de compartimentar es saludable.
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He aprendido gratitud. Auténtica gratitud por cosas que antes daba por garantizadas – como la vida. Teniendo el corazón roto como lo tengo, miro a mis hijos cada día y me alegro de que estén vivos. Aprecio cada sonrisa, cada abrazo.  Ya no me tomo cada día como garantizado. Cuando un amigo me dijo que odiaba los cumpleaños y por tanto no iba a celebrar el suyo, le miré y entre lágrimas le dije “Celebra tu cumpleaños, maldita sea. Tienes suerte de tenerlo”. Mi próximo cumpleaños será muy deprimente, pero estoy decidida a celebrarlo en mi corazón más de lo que nunca celebré un cumpleaños.
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No puedo ni expresar la gratitud que siento hacia mi familia y amigos que han hecho tanto y me aseguran que seguirán estando allí. En los momentos brutales, cuando el vacío me sobrepasa, cuando los meses y años se estiran por delante de mí infinitos y vacíos, sólo sus caras me sacan del aislamiento y el miedo. Mi agradecimiento hacia ellos no tiene límite.

Estaba hablando con uno de esos amigos sobre una actividad padre-hijo que Dave no está aquí para hacer. Hicimos un plan para suplir a Dave. Lloré, “Pero yo quiero a Dave. Quiero la opción A.” El me abrazó y me dijo. “La opción A no está disponible. Así que vamos a por la opción B con todas nuestras fuerzas”.

Dave, para honrar tu memoria y educar a tus hijos como merecen ser educados, prometo hacer todo lo que pueda para ir a por la opción B con todas mis fuerzas. Y aunque sheloshim ha terminado, aún estoy de duelo por la opción A. Siempre estaré de duelo por la opción A. Como cantaba Bono, “No hay fin para el dolor… y no hay fin para el amor”. Te quiero, Dave.